Esa lucha en tus entrañas por desear lo que no puedes tener, te consume, te lleva a la locura.
Una ola de ira te devora y arrebata
toda la vida de tu alrededor. Olvidas la calidez de su pecho y te dejas
arrastrar por la desesperación
¡Un martirio! Exclamas, mas no te
das cuenta que ese vacío lo creaste tú. Buscas un culpable, leche materna que
nunca se te dio. Pero sigues sin comprender que el hueco siempre fuiste tú.
Enfermo te sientes. Enfermo de
ansiedad por rechazar aquel abrazo; un delirio que no cesa y que con amor te
lleva a la muerte.
La sed insaciable de aquel blanco y
puro pecho que te regresa a casa, ronda en tus pensamientos y te hace perder la
cordura.
¿Qué más darías por un sorbo de
cálida nata? Siempre la rechazaste y te negaste a compartir.
La soledad es la que te consume.
Construiste tus propias ruinas acabando profundamente con tus latidos.