martes, 21 de diciembre de 2021

13. No estoy loca

Soy Marisol, tengo 33 años y no sé qué hago aquí, pues no estoy loca.

Poseer una estructura de pensamiento distinta a la sociedad, no es carencia de cordura. A mí me parece muy prudente sentare en el balcón y lanzar burbujas a las plantas para ver cómo revientan en sus hojas. ¡A ellas les encanta! ¿Por qué dejaría de hacer algo que también le trae felicidad a alguien más?

El otro día el palo brasileño me pidió que lo moviera de lugar, pues donde estaba, todas las otras plantas lo cubrían y no alcanzaba a reventar ni una burbuja. Seguramente al limón le dio mucha envidia, pues me juzgó por hablar con una planta: “¿Qué estás loca?” No lo estoy, y no puede ser que hasta una planta me lo diga, pensé que ellas sí eran mis amigas. 

Hace algunos meses salí, tenía mucho son platicar con los árboles. Me encontré a Enrique. Quique siempre me acompañaba a platicar con los árboles, nunca los escuchaba, pero nos dejaba hablar. Él, alguna vez me explicó que había dos tipos de locura: de la buena y de la mala. Siempre me dijo que yo estaba “loca bien”. Supongo era algo bueno, aunque jamás lo entendí, pero aquella tarde que me lo encontré mientras admiraba el atardecer junto aquel olmo, pasó con Karla y le dijo: “Ahí está tu amiga la loca”. No estoy segura a quién veían, pero Enrique no me saludó porque seguramente se distrajo al ver a “su amiga la loca”. 

Extraño a Jorge y a Cecy. Ellos me regalaron todas sus plantas antes de partir. Alguna vez les escribí pero sigo esperando su respuesta. Quizá no tienen mi nueva dirección. Me gustaría contarles que sus plantas están bien; eran más felices en mi balcón, pero constantemente me dicen que se adaptarán siempre y cuando no las deja solas, y eso es lo que hago.

Jorge y Cecy jamás dijeron que estaba loca. La última ida por helado los vi tristes porque me iba a mudar, y no entiendo por qué insistían diciendo que eran otros los que habían perdido la razón. Puede ser, pues aquí todos están bien locos, y yo no encuentro a alguien más quién le interese escuchar a una flor. 


lunes, 20 de diciembre de 2021

11. Escribir

Lo que más asusta es una página en blanco. Es muy fácil vencer ese miedo; escribe cualquier tontería y en un ligero trazo desaparece. Pero siempre existe la inseguridad de que esa tontería sea verdaderamente algo vacío que no irá a ningún lugar. 

“Escribe” te dicen, “no importa cómo, cuándo ni dónde. Lo importante es soltar la pluma”. Pero, ¿todos ellos se han puesto a pensar en el pavor que le tengo, no a la hoja en blanco, sino a una hoja llena?

Es imposible no conectarse con el producto creativo y de esa forma mostrar tu verdadero ser. Posar desnudo ante un sinfín de seres que probablemente jamás conozcas. Es más difícil cuando percibes las miradas: “No. No lo leas enfrente de mí”. Es intolerable ver gestos provocados por ti, el rechazo es inevitable, no te crees capaz de transmitir y hacer sentir. AL sacarlo de lo más profundo es absurdo pensar que no llegue al fondo de alguien más. 

¡Cierra el círculo! De nada sirve escribir sino hay quién te lea. Esconderse es tirar tu tiempo, energía, tu vida a la basura. Recuerda que eres un monstruo devorando páginas en blanco, sólo encuentra el puente que te brinde libertad.


sábado, 18 de diciembre de 2021

12. Luna llena

Cada vez que te veo se ilumina mi cara. Tu luz, tu inmensidad, tu belleza anuncian la revuelta de los mares. 

 Los árboles se sacuden y haces que el río se levante arrastrando alegrías y esperanza.

Al anunciar tu arribo, hasta las piedras te pueden sentir, pero un cuerpo vacío sólo padece la resaca.

Fuego incandescente en el horizonte roba sonrisas una vez más, y aguarda la oscuridad para verte llegar.

El primer rayo de luz señala que hemos fracasado. Nos incita a seguir hundidos y dejar pasar las olas, o salir a caminar a pesar de las penumbras y el dolor dejándonos llevar por el resplandor.

Me tranquiliza ver tu irónica sonrisa después de causar turbulentos recorridos. Sabes que soy tu cómplice y que seguiremos envueltos en este círculo vicioso hasta que me consuma la tierra.


martes, 14 de diciembre de 2021

10. Eucalipto

Llevo demasiado tiempo hundida en este desierto, una soledad impuesta por mí. Un día infinito donde lo único que puedo escuchar es mi propia voz. Pero, ¿qué me ha orillado a tan terrible exilio? Todo. Mis días se volvieron simples, daba igual un amanecer que un atardecer. Me volví esclava de una implacable monotonía y sobre mi espalda cargaba una losa llena de apegos y arrepentimientos. 

Sentada en este rincón, sigo esperando el llamado que me haga vivir de nuevo. He rebotado mi consciencia repetidamente cuan pelota de goma retrocediendo al estrellarse contra la pared. No encuentro sentido alguno en continuar así.

Mi entorno se vuelve árido, pero tampoco quiero salir, si del exterior hui.

Una luz incandescente consume el papel en el que escribo, donde guardo toda mi angustia y mi locura, se expande sobre mis pensamientos y llega a lo material. 

 Me encuentro acorralada entre desesperadas llamas ahogadas de cuestionamiento. 

Lo primero que pienso es salir de ahí, pero me rehúso a regresar de donde vengo. Me encuentro en un limbo existencial. El presente se consume y la vida se esfuma. Miro mi entorno y esas cenizas ya no son mi casa, sólo queda la esperanza de plantar mi eucalipto en otro lugar. 


lunes, 13 de diciembre de 2021

9. El Pozo

Tres horas y cincuenta minutos. Me gustaría saber cuánto tiempo ha pasado, el reloj que me regaló Juan lo olvidé en la cómoda de mi recámara.  ¡Bonito día para olvidar algo! Entonces llevo cincuenta auxilios, trescientos qué voy a hacer, una garganta desgastada y una vida sin ilusiones.

Las pestañas se me queman y aborrezco lo verde del moho que estorba mi nariz. Preferiría no verlo, pero es inevitable alejar la realidad con esa incandescente luz del firmamento.

Siete horas y treinta y ocho minutos, o quizá diez. Las parvadas anuncian su llegada, y las paredes se vuelven más frías. Dejo de ver y empiezo a sentir cómo el aire fresco llena mis pulmones.

Son las nueve, u once, ¡qué más da! Millones de luciérnagas estáticas aparecen ante mí. Unas más grandes que otras pero todas hermosas. Es un regalo dirigir la mirada hacia arriba. Podría quedarme una eternidad, ahora admirando su sonrisa y sentir cómo ilumina mi cara; algo que jamás percibí.

Cierro los ojos y empiezo a sentir cada una de las chispas en las mejillas, y poco a poco empiezan a empapar todo mi ser. Su luz inunda mi fondo y lo desvanece levándolo a la superficie.

Olvido respirar y me dejo llevar acercándome a ella entre burbujas revoloteando a mi alrededor.

Doce, catorce horas, ya no lo sé. Sólo quiero sentir su salvación que me ha llevado al exterior.

jueves, 2 de septiembre de 2021

8. El Arca

Llegar tan lejos para volver a soltarlo todo. Siempre intentando llegar a un estado divino. Privarse de todos los placeres ofrecidos también es un delito. 

No importan las veces que se haya recorrido el camino, siempre al principio estamos llenos de un vacío que es imposible saciar. 

Los días pasan, la mente se vuelve más clara y el cuerpo se empieza a alejar del vicio. Al séptimo día renacemos. Esas lágrimas derramadas a falta del gozo carnal, son las que han pintado el curso de la purificación. 

Renacemos y volvemos a caminar sobre la tierra rechazando todo lo que alguna vez nos intoxicó. 

Tropezamos, pero seguimos sobre un sendero iluminado por los rayos del sol. 

Un poco es casi nada, se retuercen las entrañas y difícilmente expulsando el bloqueo sembramos un vicio que nos hará regresar a toda aquella oscuridad.

El estómago se vuelve frío y hay inundaciones de pensamientos. 

El llanto ya no es una guía hacia la luz, se vuelven rachas de debilidad.

Caen gotas sofocantes de agua turbia por la piel y así absorbemos la tentación hasta pudrirnos por dentro.


jueves, 20 de mayo de 2021

7

Esa lucha en tus entrañas por desear lo que no puedes tener, te consume, te lleva a la locura.

Una ola de ira te devora y arrebata toda la vida de tu alrededor. Olvidas la calidez de su pecho y te dejas arrastrar por la desesperación

¡Un martirio! Exclamas, mas no te das cuenta que ese vacío lo creaste tú. Buscas un culpable, leche materna que nunca se te dio. Pero sigues sin comprender que el hueco siempre fuiste tú.

Enfermo te sientes. Enfermo de ansiedad por rechazar aquel abrazo; un delirio que no cesa y que con amor te lleva a la muerte.

La sed insaciable de aquel blanco y puro pecho que te regresa a casa, ronda en tus pensamientos y te hace perder la cordura.

¿Qué más darías por un sorbo de cálida nata? Siempre la rechazaste y te negaste a compartir.

La soledad es la que te consume. Construiste tus propias ruinas acabando profundamente con tus latidos.