martes, 24 de diciembre de 2013

Efímero otoño






Inolvidable

tu promesa, eterna

en el otoño.






lunes, 16 de diciembre de 2013

Olvídate de todo, menos de mí


En todo el Panteón Municipal de Dolores Hidalgo subsiste un enorme sombrero rodeado de un sarape lleno de vivos colores construido a finales del siglo XX. Podrás reconocerlo aun con los ojos cerrados. El miasma que desprende es inconfundible pues los restos de uno de los grandes cantautores mexicanos se encuentran debajo de este monumento; un artista que sigue vivo a través de sus letras. Al "recorrer" aquel sarape multicolor, diferentes melodías rancheras resuenan en tu cabeza recordando serenatas, cumpleaños, graduaciones, noviazgos e incluso borracheras de dolidos. Las letras de José Alfredo Jiménez han persistido durante varias generaciones desde el siglo pasado hasta la actualidad sin perder la efusión con las que se escribieron.

Este "monstruo de la canción" nació ahí nomás tras la lomita, en Dolores Hidalgo el 19 de enero de 1926 y empezó a componer desde su temprana edad. Pese a no contar con educación musical, José Alfredo Jiménez compuso cientos de temas con la ayuda del maestro Rubén Fuentes al cual le silbaba la melodía para que éste hiciera los arreglos y fueran interpretados por el Mariachi Vargas de Tecatitlán. Canciones como Ella, Un mundo raro, Camino de Guanajuato, Paloma querida, El caballo blanco, El rey, La media vuelta, Muy despacito, Amarga navidad, entre otras, han sido interpretadas alrededor del mundo por diferentes artistas y en distintos géneros musicales haciendo que perduren y se esparzan a pesar de haber fallecido hace cuarenta años.

Su derrochador estilo de vida lo llevó a una cirrosis hepática por la cual "se nos adelantó" a sus cuarenta y siete años de edad el veintitrés de noviembre de 1973. Sin embargo es muy difícil incluso envejecer a José Alfredo Jiménez con todo ese legado musical. Su poesía popular y metáforas sencillas, han creado lugares comunes los cuales siguen siendo recorridos generación tras generación. Considerado un melodista excelente por Carlos Monsiváis, José Alfredo Jiménez sigue vivo a través de su lírica y en boca de varios artistas desde rancheros hasta intérpretes del rock. Además, la sociedad mexicana acude a su repertorio "para manifestarse, justificarse, declararse, entrar en crisis, implorar olvido, gritar la impotencia" (Monsiváis, C.) y de esa manera se apropian de estas canciones escritas el siglo pasado manteniéndolas frescas al relacionarlas con temas y situaciones actuales.

El inmortal, "...porque canta como nunca, porque gana batallas como el Cid después de muerto, por su altísimo ejemplo, porque sigue siendo el rey" (Sabina, J.), José Alfredo Jiménez fue un compositor talentoso difícil de suplantar que hasta la fecha sigue cautivando a hombres, mujeres, chicos y grandes a través de violines, trompetas, arpas, percusiones incluso guitarras eléctricas y timbales. "Porque lo cantó mi padre, porque lo canto yo, porque ojalá lo canten mis hijos, y los tuyos y los hijos de mis hijos..." (Sabina, J.). Así las canciones de José Alfredo Jiménez perdurarán otros cuarenta años más sin pasar de moda y llevando el mismo furor que tuvo tiempo atrás.


Todavía lo queremos; lo queremos a él y a todas sus canciones.  

miércoles, 6 de noviembre de 2013

In crescendo

No precisamente estaba ansioso por ese momento, de hecho ni me sentía motivado a hacerlo. Llevo aproximadamente diez años presentando recitales de fagot y es verdaderamente extraño que a poco de terminar la carrera haya perdido el interés. No me sentía preparado, nuevamente la inseguridad de mi profesión me invadía, incluso las inmensas ganas de asistir este año a "Instrumenta Oaxaca" se habían esfumado.

Desperté hoy lunes justo a tiempo, pues el ensayo general del recital era a las ocho de la mañana y mi maestro se enfurece con la impuntualidad. No me dio tiempo de bañarme, ni de imprimir el programa del cual estaba a cargo y a duras penas llegué al ensayo. Mi participación: deficiente. No logré las notas sobreagudas que necesitaba, además tenía dos aftas en la boca y la mano derecha lastimada por una razón que no recordaba. En fin, no era pretexto y tampoco quería echarle la culpa a mi poco productivo fin de semana pues a pesar de eso tuve un sábado y un domingo increíbles. Sinceramente creo que el único problema era la presión del recital que me aplastaba contra el suelo dejándome inútil.

Después del ensayo corrí a orquesta. Llegué tarde, pero mi retardo estaba justificado. Además no es común en mí ser impuntual, llego barriéndome mas no tarde. Tocamos la quinta de Shostakovich, y en el receso vi su mensaje. Preguntaba si había descansado, si había llegado temprano incluso si me había bañado. Mientras leía su mensaje pasó por mi mente todo el fin de semana; el estrés que cargaba desapareció durante tres segundos y quedé de verla para comer después del ensayo.

La esperé sentado en las escaleras, no tardó mucho, sin embargo esos minutos pesaron toneladas. Regresó a mi mente el recital, los programas incompletos, mi mano lastimada, las aftas, el festival de Oaxaca al que no asistiría y demás. Me calmé cuando escuché su risa a lo lejos. No le pregunté de qué reía; suele hacerlo sola, simplemente sé que ese conjunto de notas rápidas y con mordente siempre son reconfortantes a mi oído.

Comimos juntos en el instituto y decidí acompañarla a comprar unas cosas  a pesar de todos mis pendientes. Le conté cómo me había ido en el ensayo, le dije cómo me sentía y le confesé que no iría a Oaxaca. Su mirada decía algo pero no lo podía descifrar. Ella callada sólo me dejaba hablar; me miraba fijamente armonizando la melodía de mis palabras.

Me pidió que la acompañara a dejar sus cosas y al llegar nos sentamos en el sofá de la sala donde comimos chocolates que habíamos comprado en caja. Sentí que algo tramaba, quizá eso decía su mirada en el supermercado. Me recosté sobre sus piernas; ella pasaba sus dedos por mi rebelde cabello y empezó a interrogarme. Yo contestaba mostrando ese vacío musical que me sofocaba, ella me seguía cuestionando y me hizo entrar en razón. Por un momento me sentí en el psicólogo. Me daba varios ejemplos de personas reales y ficticias que habían superado esa incertidumbre de saber qué haces en este mundo y hacia donde te diriges. Poco a poco empecé a ver las cosas más claras. Ella fue llenando el vacío con sus palabras, me dio ánimo, seguridad y determinación para seguir adelante y no dudar de mi envidiable profesión.

Sutilmente me corrió de su casa para tener tiempo de hacer todo lo que me hacía falta como bañarme y así llegar puntual al recital. Sinceramente no quería irme, me encanta la idea de pasar tiempo con ella. No quería ir al recital. Sin embargo sus palabras me convencieron, así que me levanté, me despedí y me dirigí a la puerta justo antes que ella me preguntara:" ¿Dónde dejaste tu fagot?". Primera y última vez que parto de un lugar olvidando mi instrumento. Regresé corriendo por él  y quise pensar que eso me pasó por toda la pirotecnia emocional experimentada. Volví a despedirme y me retiré.

El recital empezó, ella no estaba ahí. Prometió ir, confiaba en su palabra, además no viajó cinco horas y media en vano, tenía que llegar. Terminó el primer fagotista y entró el segundo, sin rastro de ella. Por alguna extraña razón pensé que jamás llegaría. Salí a acomodar los atriles para el cuarteto siguiente y noté su presencia. No puedo decir con exactitud si me deslumbraban los reflectores o su sonrisa, pero definitivamente sentí correr un glissando en mi piel.

El recital fluyó, fui el último y me sentí mejor que en la mañana, incluso el dolor de la mano derecha desapareció. Al terminar, fui hacia ella y me abrazó con su divina frialdad acogedora. No quería que dieran las once y media, hora de su partida, pues no sabía con precisión cuándo la volvería a ver. Después de cenar nos dirigimos a la central, entonces nos despedimos con la promesa de encontrarnos de nuevo. Un abrazo eterno nos separó. La vi cruzar el detector de metales con su peculiar caminar Sobre las olas y volé a ventanilla. Viajaría a Oaxaca el día siguiente a la una de la tarde.





miércoles, 9 de octubre de 2013

Desde el Estómago



Infinito el vacío y el dolor
Justo ahí muy dentro de mis entrañas,
Esto es poco común en las mañanas
Necesito llamarle a mi doctor.

Ingerir sustancias es imposible
Pues a la tercera todo regresa
Disgusto al voltear mirar la mesa
Este gran hueco parece invencible.

¿Quién es responsable de esta tortura?
Un mal terrible habré cometido
Inhumano martirio que no cura.

Desvanece el tormento adquirido
Que sufrir arrebata mi cordura.
¡Me arrepiento de haberte construido!



lunes, 30 de septiembre de 2013

Un comentario 'Borrascoso'

Cumbres borrascosas, una novela que desde mi punto de vista es como una telenovela. Tiene amor, odio, celos, venganza y termina con un final feliz cuando el supuesto antagonista muere. Sin embargo no creo que estas características “populacheras” sean las que hayan permitido que esta novela del XIX llegara a ser un clásico y por que no, parte del canon.
            Con un estilo gótico-romántico, Emily Brontë logra transmitir esos sentimientos apasionados de los personajes, intensificando en ciertos capítulos el tono y ritmo de la obra, lo cual hace que sea una lectura menos cansada a pesar de la extensión y algunas variantes del idioma. También es importante tomar en cuenta que se necesita a un lector atento por los cambios de tiempo así como de narrador, estructura en la novela que innovó la literatura de ese tiempo.

            Aunque debo confesar que se me hizo una lectura algo pesada, considero que Cumbres borrascosas es una novela que se disfruta y sus personajes pueden llegar a ser amados u odiados por la excelente forma en la que son llevados a través de la obra.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Cincuenta y ocho después de doce

-Sabes... creo que me empieza a gustar la poesía.

-Es otro mundo.

-Sí me ha latido. Veo muchas imágenes y me transmiten cosas. Incluso "escuchas" sentimiento cuando lees un poema. Las palabras tienen mucha fuerza.

-¿Lo sentiste verdad? Dime, ¿a quién leíste? ¿quién te motivó?

-Me cruzó por la mente todo esto porque no me saco de la cabeza: 
"Caminabas 
Y la luna llena" 
de Silva.

-Es bueno, es lindo y es profundo... pesa. De lo bueno poco.

-Sí, lo creo. Lo seguía lo escuchaba lo sentía, pero esos versos me mataron.

-Así es.

-Bueno, dormiré. Ya es jueves.

-Me da gusto leerte. Descansa y sueña... sueña mucho.

-A mí también. Siempre es grato compartir contigo y mejor aún, que compartas. 
Paz para esta hora y buena vibra para el rato.


-Peace.

sábado, 28 de septiembre de 2013

"Escuchar" a Rachmaninoff

Leer a Kerner hizo que recordara a mi abuelo cuando vio la película de Star Wars: "¡Es una jalada!" fueron sus palabras. Mi abuelo era una persona que vivía rodeada de fierro, instrumentos pesados, grasa y aceite, su realidad, por lo tanto todas esas naves espaciales y espadas laser eran una reverenda "mafufada" en sus tiempos.

Al igual que mi abuelo,Olaff vivía una realidad de puerto: barcos, olor a pescado, mareas, tempestades y marineros, por esa razón al presenciar un concierto de piano su oído hace corto circuito al  no tener cercanía con el arte, así como mi abuelo no estaba acostumbrado a la ciencia ficción. Es curioso cómo Olaff describe cada movimiento y cambio de ritmo en el piano, basado es sus experiencias marítimas como una forma de entender lo que está experimentando en ese momento.

El texto te transporta al concierto, y a pesar de escuchar a Rachmaninof a través de los oídos de Olaff, sí se alcanza a disfrutar y sentir la música. Sinceramente no me considero una experta en el tema, pero he tenido la oportunidad de presenciar conciertos de piano, lo cual me ayudó a imaginar las diferentes piezas dentro de la historia. Además, platicar con un violista de la OSJEV, me abrió el panorama que tenía del texto para darle una interpretación diferente a ciertas frases del cuento.

He aquí la magna experiencia de Olaff con Rachnaninoff. ¿Tus oídos son como los de Olaff o de Juanita?


OLAFF OYE TOCAR A RACHMANINOFF
Cary Kerner

Es curioso eso de cómo tantas cosas suceden todo el tiempo sin que uno sedé cuenta de nada hasta que se tropieza con ellas. Como eso de1os que tocan el piano y andan por todos lados cobrando tres coronas por cada gente que los quiere oír. Yo nunca hubiera sabido que había esa clase de tipos si no hubiera sido por mi sobrina Juanita. 

Yo he cuidado a Juanita desde que era un monigote chiquito. Como Felipa, mi mujer, pronto no la quiso tener cerca porque le daba mucha lata, la mandé de interna a un colegio y dejé que le dieran clases de música, y como para eso hicieron no sé que arreglo en las vacaciones, la dejé de ver por muchos años. Felipa siempre anda recriminándome por aquello de los gastos; pero yo quiero que Juanita llegue al puerto.

Bueno, pues hace como dos años que Juanita me escribió preguntándome que si podía cambiar de maestro de piano y tomar clases de uno que era muy bueno de verdad, uno muy caro que creo se llama Lorry o algo así. Y la señora que dirige el internado también me escribió y me dijo que yo debería dejar que Juanita tomara clases de ese señor, porque ella iba a ser algún día una famosa pianista. A mí me pareció que todo era pura tontería, porque yo nunca he visto que los parientes de Juanita, por los dos lados, hayan sido nunca otra cosa que marineros trabajadores y humildes. Pero como yo no soy de esos que a la fuerza quieren que todos piensen igual que ellos, pues me decidí a mandar más dinero después de haberlo pensado un poco, y me callé la boca sin decirle nada a Felipa.

Al fin y al cabo que Felipa no sabe cómo andan mis negocios, porque a veces, cuando estoy muy cansado, me voy a la casa, pero otras veces me quedo en la casa del capitán Spraghe, sobre todo según me haya ido con Felipa la última vez que la he visto. Yo siempre he pensado que hay tempestades que se pueden capotear, pero a otras hay que huirles, y yo no soy de los que andan buscando dificultades.

Pues nada, que cuando las cosas se pusieron difíciles con eso del comercio, y muchos barcos tuvieron que suspender sus viajes porque no había carga, pensé que al fin y al cabo podría darle a Felipa lo que me andaba pidiendo desde hacía mucho, como era su derecho, si sólo yo le cortara un poco los gastos que estaba haciendo con Juanita en la escuela. Y le escribí diciéndole cómo andaban las cosas, a ver si podía darse maña para aprender lo mismo con un profesor más barato.

Inmediatamente recibí la carta más linda que pudiera esperar. Me dijo que sentía mucho no haberse dado cuenta que situación era mala, y que al fin y al cabo ya había estado pensando dejar de tomar clases y ponerse a enseñar el piano a niños y gente que todavía no sabían tanto como ella.

Fue una carta muy animadora, hasta con dos o tres chistes como los que siempre acomoda en sus cartas, las que acostumbraba yo enseñarle a Felipa, pero que ahora ya no le enseño. Pero me sentía muy raro mientras la estaba leyendo: algo así como cuando yo era chamaco y mi madre me regañaba porque le gustaba andar por el muelle oliendo a pescado y hablando e barcos. Al leer la carta oía todo el tiempo algo como un ruido de alguien que llora, como gaviotas en una noche de borrasca.

Y de repente me entraron ganas de ir a ver a Juanita, ya que no lo había hecho nunca; le escribí, y fui. Ella fue a la estación a encontrarme, y fue bueno que ella me reconociera, porque yo nunca me hubiera imaginado que ella era mi pequeña Juanita. De la nena graciosa, gordita y de ojos grandes que era antes, se había transformado en la muchacha más hermosa que uno se pudiera imaginar. Delgada y fina como un yate, con ojos azules como el mar, cara llena de hoyuelos cuando sonreía, y su cabello como una aureola dorada sobre sus hombros. Sus manos eran casi tan fuertes como las de un hombre, pero blancas y largas. 

Buscamos un lugar para comer y platicar, y lo primero que ocurrió fue que le brillaron los ojos y sacó unos papeles de su bolsa:
- Mira, tío Olaff, ¡dos boletos para Rachmaninoff!
Me di cuenta de que lo que yo debí haber hecho era patear y gritar degusto, pero no tuve más remedio que decirle que yo no sabía quién era ese Rachmaninoff.
-¡Pero si es el príncipe de todos ellos! ¡El gran pianista ruso! 
Con lo que me dejó igual que antes. Pero ella dijo que era como un dios o algo así, y la dejé que se volviera loca de entusiasmo. Pero yo ya sé por experiencia que hay que tener miedo de ir a donde una mujer quiere llevarlo a uno, y le dije que no tenía mucho tiempo para quedarme, y que mejor ella me tocara algo si había un piano a la mano.
Ella se volvió toda hoyuelos y me dijo:
-¡Pero si he pagado seis coronas de las que has ganado con tanto trabajo, tío, para agasajarte a lo grande!
-¡Seis coronas! - temo mucho que grité muy fuerte -. ¿Quieres decir que...?
-¡Ah, pero fue por dos boletos! - me respondió inmediatamente, como si tres coronas por cada boleto no fueran nada. 

Iba yo a decir algo acerca de la mala situación, pero no quise sentirme responsable por quitarle esa mirada de felicidad de la cara, y me callé. Además, de todos modos, cada vez que me siento con ánimo de ser tacaño, me acuerdo delo tacaña que es Felipa, y mejor me callo. 

No pasó mucho tiempo sin que fuéramos a la casa de la ópera, donde ese tipo cobraba tres coronas por asiento. Había un montón de mujeres pavoneándose enfrente, hablando tonterías y haciéndose las interesantes y mirándose en espejitos y oliendo hacia el cielo con perfumes raros.

-¡Te va a encantar, tío! - me decía Juanita cada vez que yo trataba de disuadirla de meternos entre tanta gente.- Sí, yo creo que me va a encantar... tanto como si me mandaras a capotear un temporal noreste- dije yo, y ella nada mas sonreía. 

Adentro, cuando al fin entramos, había más asientos de los que yo nunca había visto en mi vida, y muy pronto todos estuvieron llenos. Y había muchos hombres también, lo que muestra que también hay muchas mujeres tercas y alborotadoras en el mundo, y yo me quedé pensando si ellos se sentían tan a disgusto como yo ahí sentados esperando que viniera otro a tocarles en el piano. Ya me imaginaba cómo ese Rachmaninoff estaba por ahí viéndonos y riéndose de habernos hecho gastar tres coronas por oírlo. Eso me hizo que me enojara un poco, pero fin y al cabo, pensé, cada quien se gana la vida como puede, y quizás el pobre no sabía hacer otra cosa. 

No había nada de decorado en el escenario, nada más un piano con la tapa abierta, y se veía muy feo. 

De repente todos se quedaron quietos, y alguien dijo quedito:
-¡Ya viene! - como si fuera un circo o algo. 

Y luego todos comenzaron a aplaudir, y él entró caminando al foro. De veras que me sorprendí al verlo. Me pareció que un hombre tan fuerte podía hacer lo menos una docena de más útiles que tocar el piano. Él se inclinó muy serio, fue sentarse delante del piano y esperó a que todos se quedaran callados a su gusto. No pude menos que sentir lástima por él, ahí sentado sólito y todo el mundo viéndolo. Supongo que fue lo nervioso que se puso desde el principio lo que lo hizo equivocarse tantas veces en casi todas las piezas que tocó.

Tan pronto como dejaron de aplaudir, comenzó a templar el piano. Al principio sus dedos estaban algo duros y tiesos, y nada más picaba aquí y allá, pero muy pronto se calentó de una manera sorprendente, y antes de que me diera cuenta ya estaba yo sentado en la orilla del asiento tratando de comprender cómo podía hacer para que no se le enredaran los dedos, de tan aprisa que los movía. Iba para arriba y para abajo, cada vez más aprisa, tratando de mostrarle al público qué tan rápido podía mover las manos. Pero al rato, como que ya no pudo más, y lo dejó. Luego comenzó a intentar una que otra tonada, pero sin terminar ninguna, y las dejaba de tocar precisamente cuando uno ya le comenzaba a tomar gusto. Y luego se puso a ver qué tan fuerte tocaba el piano, y luego que vio lo que podía aguantar, suspendió todo. 
¡Y vaya! ¡Si vieran cómo aplaudió esa gente. Todos estaban contentos de que ya estuviera listo para comenzar a tocar. 
Inmediatamente comenzó, pero por cierto que no sonó muy bien. La verdad es que me gustó más cuando estaba templando el piano. Parecía dudar de por fin qué pieza tocar, y esto le perjudicaba mucho. Había un montón de sonidos agradables y de repente brincaba a otra cosa. 

Por fin se puso a tocar algo que ya iba para largo y que a mí me estaba gustando, por cierto que hasta me senté bien para oírlo, cuando se tropezó con un montón de notas. Luego comenzó de nuevo, pero siempre se equivocó en el mismo lugar. Sin embargo, persistía en su intento, fuerte y más fuerte, como si estuviera decidido a lograrlo así se tuviera que quedar toda la noche. Pero no mejoró nada hasta que renunció y se dejó de esa pieza, pero no le valió, porque siguió lo mismo. Uno podía notar que estaba medio acalorado, y no lo culpo, ¡la vergüenza de fallar delante de tanta gente! 

Seguía enojándose más y más hasta que perdió por completo su control, y la forma en que golpeaba las teclas era algo horrible. Suerte que la tapa del piano estaba alzada, que si no, explota. Y de repente se dejó caer con las dos manos, tan fuerte como pudo, haciendo el ruido más horroroso que yo haya oído nunca. Y ahí mismo abandonó todo y se paró, inclinándose como pidiendo excusas por haberlo siquiera intentado. Por lo menos eso pensé, aunque Juanita me dijo que era una pieza maravillosa. ¡Y la gente aplaudiendo! Me molestaba pensar en que la gente debiera darse cuenta de que comprendía que el aplauso era sólo cortesía. 

Iba a decirle yo algo más a Juanita, pero tengo mis razones para saber que no conviene ser sincero con las mujeres. Pero Juanita no es tan tonta, y me dijo:
- Quizás no te hayan gustado tanto estos números, tío Olaff, pero hay unos en el programa, ¡qué los vas a adorar!
- ¡Ojalá! - exclamé mientras pensaba en las seis coronas. Y luego ella se encogió toda en su asiento, como llena de gusto:
- Vas a estar contento de haber venido, ¡ya verás!


Pero las dos siguientes piezas no fueron gran cosa, Y sin embargo, la gente aplaudió cada vez. Yo luego comprendí que todos sabían que tenía una cosa muy buena de reserva, y nada más lo estaban alentando hasta que llegara su turno de tocarla. Juanita decía que no se estaba equivocando, pero yo sé que mis orejas son lo bastante buenas para saber si un son está entonado o no. Lo único que tengo que decir en su favor, es que no se equivoca por equivocarse, lo que casi lo compone todo, como quien dice. Es como Felipa. Ella se obstina tanto en sus errores, que no tiene uno más remedio que admirarla. 

Bueno, pues antes de que comenzara una de esas piezas, se sintió que lo que iba a seguir era cosa buena. Todos como que aguantaban el respiro, y la gente delante de nosotros se hizo para atrás en sus asientos, como si se acomodaran para el resto de sus vidas. 

Entró muy decidido, de repente, tratando de tantear a la gente sobre dónde se movían sus manos. Las tenía en los extremos del piano, y de repente ya estaban en la mitad, saltando para adelante y para atrás, agarrando un punto denotas en un lado y azotándolas en otro, como si tratara de arrancarles la cáscara a las teclas. Una mano andaba persiguiendo a la otra por todo el piano, repicando como granizo en la cubierta, en golpes rápidos y secos, y más y más aprisa, hasta que se le descontrolaron los dedos en tal forma, que sólo se deslizaban sin parar, haciéndome recordar al viejo capitán Spraghe, que cuando andaba borracho, nada más iba balanceándose sobre el puente, tratando de aparentar que no tenía que pescarse del barandal. 

De repente se enredó y se vio en un apuro difícil, pero en un arranque se zafó de la dificultad, volviendo al carril salvajemente Era como el viento aullando y rasgando entre el velamen, con las lonas azoradas unas contra otras. Martilleaba con una mano sobre la otra hasta que la arrinconaba, y tenía que saltar por encima para escapar, como rana, para que la otra la persiguiera de nuevo por el teclado. Y de arriba a abajo, tan aprisa, que casi me mareaba tratando de tener mis ojos y mis orejas abiertas. Esas manos brincaban tanto y se perseguían, arrebatándose el lugar, tan aprisa como nadie vio nunca cosa igual. 

Y todo el tiempo uno podía oír dos tonadas, ¡tan claro!, como el agudo graznido de una gaviota contra el mar encrespado. 

Y de repente alzó las manos y las detuvo en el aire. ¡Por Dios que uno podía oír la melodía escurriendo de sus dedos en alto! y cuando volvió a bajar las manos se hundió de lleno en un navegar ligero y poderoso, alisando la melodía como olas grandes y hermosas rodando sobre la playa, y se podía sentir como que lo subían a uno y lo bajaban en el vaivén del mar. Y de cuando en cuando metía un chorro de sonidos brillantes, luminosos, como espuma sobre la cresta de una ola entre las rocas. Y había unos sonidos repetiditos que hacía temblando, los dedos en un mismo lugar, vuelta y vuelta, hasta que uno creía se iba a dar un tropezón. Y luego los hacía un poquito más arriba, y luego más abajo, y luego como que los corría juntos por el teclado, hasta que de verdad no me imaginaba cómo demonios se daba cuenta de lo que estaba haciendo. 

De vez en cuando como que terminaba la pieza, pero él la recogía de nuevo y no le gustaba tener que dejarla, y cuando al acabó, fue el lugar preciso en que debía acabarla. 

Podría yo haber cacheteado a esa gente por aplaudirle luego que terminó. Después de que había tocado tan bien, lo debían haber dejado solo un rato a que se calmara un poco de emoción. 

Le pregunté a Juanita qué pieza era ésa. Ella me dijo. Pero no le oí bien, y no le quise preguntar de nuevo porque era de "apasionada" y ¡ella es tan joven todavía! Debieran tener cuidado de qué nombres les ponen a las piezas. Le pregunte si podía tocar ella eso, porque me gustaría oírlo de nuevo. Se pusieron muy tristes sus ojos, y me dijo: 
-¡Pero no como él, tío Olaff!

Y lo curioso es que en ese momento vi muy claro el primer barco en que navegué. Y me puse a pensar lo que hubiera sentido si en aquel momento me hubieran devuelto a tierra y eso me puso triste por algunos minutos. 

Rachmaninoff estaba ya cansado para esto, y creo que si las demás piezas no hubieran estado en el programa, ya ni las hubiera tocado, y por mí mejor que así hubiera sido. No sé qué tienen algunas gentes, que le siguieron aplaudiendo. 

Pero luego que ya había acabado con el programa, obsequió unas dos piezas extras y hasta entonces fue cuando de veras se puso a tocar cosas que la gente puede entender a fondo. No me acuerdo de los nombres, excepto que una era de unos turcos marchando, y ¡vaya si no se fue desde el principio hasta el fin sin equivocarse ni una vez! Apuesto a que ésa es la que más le gusta tocar. Uno no pudiera detenerlo una vez que comenzó, pues primero podría uno detener la marea. 

Usted debe tratar de oírlo tocar alguna vez, sobre todo ésa de la apasionada. Juanita dice que va a seguir tocando por muchos años, y creo que después de todo hace bien, a ver si mejora un poco. Un poco más de práctica en una de esas piezas, y con tal que abandone otras por completo, y tendrá mucho éxito. 

Yo le pregunté a Juanita, como quien no quiere la cosa, si había otro profesor mejor que ese Lorry, y ella me dijo que no. Y cuando estábamos esperando el tren, le dije casualmente que después de todo había decidido que siguiera tomando esas clases, pues nadie mejor que yo sabe que se necesita un piloto para entrar al puerto. 

Comenzó a llorar, pero se secó las lágrimas cuando oyó el silbatazo del tren. 

Luego sonrió y me dijo que yo nunca lo sentiría. 

Yo no le he dicho nada a Felipa. Parece que al fin y al cabo ya ella y yo estábamos anclados juntos para siempre, a pesar de lo que Lorry cobra. Pero no protesto. Se me hace que entre más nos vemos Felipa y yo, mejor nos entendemos. 

No es que el mar esté muy tranquilo que se diga, pero no me olvido de cómo Rachmaninoff pudo, al fin, tocar bien, con sólo que la gente le diera la oportunidad.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Leer para ser más inteligentes y salvar al mundo

Vagando por la red en estos días de lluvias, deslaves e inundaciones, me topé con un articulo que me hizo comprender todavía más las características de lo que es la "Literatura" (sí con mayúscula como algunos pesados la distinguen). 

"Leer nos hace más inteligentes", dice el título de este artículo, pero para comprender más esto definamos qué es la inteligencia.

Según la RAE la inteligencia es la capacidad de entender o comprender y resolver problemas, así como la habilidad, destreza y experiencia. Por lo tanto, ser inteligente no significa sacar diez en la escuela y acordarse de todas las fechas y nombres de la historia

Ahora, ¿Cómo ayuda la literatura?

Los textos considerados "Literatura" son los que contienen diferentes figuras retóricas (metáfora, hipérbole, alusión, alegoría) las cuales hacen que nuestro cerebro trabaje más para poder entender el significado "entre líneas" que la obra contiene.

Una de las figuras que más hacen razonar al cerebro es el oxímoron. El oxímoron "reúne dos conceptos de sentido contrario", como Quevedo menciona:

"Es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente..."

Esas contraposiciones hacen corto circuito en nuestro cerebro. Sin embargo, como máquinas perfectas que somos, inconscientemente buscamos un significado 'lógico' para esas frases o palabras. Este trabajo que se realiza en el interior desarrolla la habilidad de análisis, lo cual nos ayuda a ser más inteligentes.

Es por eso que, sin ofender, las lecturas complicadas no son disfrutadas por cualquiera. No obstante, esta capacidad de gozar textos de difícil compresión puede surgir con un buen guía, lecturas adecuadas y perdiendo el miedo. No está de más hacer el intento y así mejorar a la humanidad.



Para más información:


viernes, 13 de septiembre de 2013

Séptimo Sábado



Sentado en la misma mesa para dos. Admiraba las gotas que caían de la marquesina al otro lado de la calle y meditaba.

Tomaba su café y fijaba su mirada hacia enfrente. El vapor simulaba su silueta, su sonrisa, la curva de su nariz, el arco de sus cejas... Un suspiro, se esfuma.

Daba un trago. Recordaba las tardes lluviosas cuando caminaban bajo la tormenta y llegaban precisamente a esa mesa donde muchas veces sentados y riendo pidieron un café.

Ya tres años habían pasado, sin embargo el seguía regresando a colocarse frente a una silla vacía para revivir esa silueta, esa sonrisa, esa nariz y esas cejas.


La lluvia los acercaba aquellos sábados de casi otoño, y fue la lluvia de madrugada la que los separó.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Javier

Una interferencia,
un poeta que fuma.

Una imagen inestable,
un poeta que fuma.

Boca de rubí, dientes de diamante,
un poeta que fuma.

Una sala vacía
y un poeta que fuma.

lunes, 26 de agosto de 2013

Un mes, Hurray!

Hola queridos lectores:

Me comunico para informar que estoy totalmente agradecida por leerme, y como soy malísima con la formalidad, aquí termino estas líneas.

Jamás pensé que tanta gente extraña y no extraña me leyera. Bueno, según las estadísticas de esta cosa tengo quinientas visitas y eso me alegra, creo. Sinceramente esas visitas no las siento tan presentes ya que no dejan huella. Está bien que de vez alguno de ustedes me hace un comentario por otro medio, pero qué les parece si lo empezamos a hacer un poco más interactivo. Es verdad, empecé este "proyecto" de una forma más o menos secreta para poco a poco superar mi inseguridad con respecto a lo que escribo, sin embargo después de un mes me he dado cuenta que para en realidad ver frutos en esto necesito leer sus críticas constantemente. Es por eso que los invito a dejar comentarios en cualquiera de las entradas publicadas. Me conformo con un "Meh!" o "sale bye", algo, cualquier cosa, ahora que si andan inspirados no me importa leer arriba de trescientas palabras.

Prometo contestar, ahora que si no todos quieren, pues no lo haré, lo único que pido es ver en realidad las quinientas visitas que me marca esa cosa a la cual no le creo ni la quinta parte.

Gracias por "tomarse un shot trivial" de vez en cuando.

Los quiero mucho y les mando un besote.

MaRiSoL 

viernes, 23 de agosto de 2013

Sin título de entrada

A ten-penny prophet (incomplete) by Jamie Baldridge


Quiero salir,
Salir y sonar de nuevo por el firmamento.
Las ataduras impiden disfrutar la melodía de mis dedos.

Te culpo a ti, y sólo a ti,
por enjaular mis ilusiones y matarme a corta edad
dejando al mundo sin mis finas armonías.

Micro-ficción Involvidable








Ella sube al lavabo para alcanzar el aire.
Él, cargándola con sumo cuidado la baja.
No se besan.






miércoles, 21 de agosto de 2013

Pasitas [El poema]




Olivo es el verde de tu corazón

Pasitas negras me recuerdan tu olor

Queso añejo cuando frunces el ceño

Rugidos vibrantes provocas en mí

Sintiendo vacío en un centro sin sabor

sábado, 17 de agosto de 2013

Poema tan cursi que vomito [13 de agosto 2013]

Un recuerdo inasible intenta retornar 

a un vacío metafísico donde aguarda un sentimiento 

sofocado en mi aire lleno de soledad.

Y712

Era tarde, Marta aún no dormía. Eran las once de la noche y no terminaba de llenar su maleta. Tenía esa mala costumbre de empacar horas, incluso minutos, justo antes de su partida, y como era común, este viaje en el que estaría fuera aproximadamente tres semanas no fue la excepción.
            A media noche partió el autobús a la Ciudad de México para después dirigirse al Benito Juárez y de ahí volar a La Paz. Iba muy nerviosa, pues era la primera vez que llegaba a ese monstruo de ciudad sola y sin ser alguno que la recibiera. Esta idea daba vueltas en su cabeza sin dejarla descansar, pero una vez que subió al autobús logró conciliar el sueño.
            Tres horas después, a pesar de la tremenda Bilirrubina de Juan Luis Guerra que acompañaba sus ronquidos, la despertó una voz acartonada anunciando que era imposible pasar debido a un accidente y probablemente estarían ahí estancados unas horas. El nervio regresó: "Son las tres, el vuelo sale a las doce, según el GPS estoy a cuatro horas de mi destino, podemos estar estáticos alrededor de seis horas y rezar, sí rezar que no haya tanto tráfico para que el taxi fluya... ¿y si no?, ¿cuál es el plan B?...". Esos cálculos mentales rondaban por su mente una y otra vez. El insomnio estaba de vuelta.
            Alrededor de las cinco de la mañana el vehículo empezó a andar. Marta creía que eso la calmaría, pero no. Se desesperó, quería dormir, no podía, así que decidió tomar dos pastillas para el mareo las cuales la dejarían como león sedado. No sirvió de mucho. Unos momentos después, abrió los ojos y ya se encontraba en su destino. La emoción de haber llegado a tiempo invadió su cuerpo, fue por eso que durante los casi sesenta minutos de recorrido a la central tampoco pudo pegar pestaña.
            Por fin pisó suelo firme. Miró su reloj, marcaba las nueve. Sonrió. Tomó un taxi y llegó treinta minutos antes del registro de equipaje. "¡Excelente!" pensó, pues tendría tiempo para desayunar tranquilamente y llegar al mostrador sin retardo alguno. Todo salió tal y como lo había planeado. Pronto se encontró en la sala de embarque intentando no caer dormida y con unas ojeras de vampiro mal maquillado de película casera.
            La hora de abordar llegó mas nadie se movía de sus asientos. En la pantalla decía 'a tiempo', sin embargo, no había señal alguna para subir al avión. La gente se empezó a inquietar. Casi media hora de retraso y la tripulación no aparecía. Marta pensó que el destino simplemente no quería que se reuniera con su mejor amiga después de tres años de mudarse al otro extremo del país.
            Exactamente cuarenta minutos después, el capitán apareció con los sobrecargos. La masa los recibió con aplausos lo cual a Marta le pareció inapropiado. Al estar a punto de despegar, el capitán ofreció una disculpa por lo sucedido. Marta ya quería arrancar, pero al oficial se le ocurrió añadir un comentario acerca de los aplausos lo cual molestó a la gente. Marta no alcazaba a escuchar gran cosa, y mucho menos a ver lo que sucedía, sólo atisbó entre los asientos el uniforme de piloto que al parecer discutía con un pasajero. Los demás sólo abucheaban y seguían el pleito desde sus lugares. Marta, además de cavilar sobre toda esa situación de mal gusto, volvió a pensar que el destino evitaba aquel reencuentro con su amiga.
            Mientras formulaba aquella disparatada idea, encendieron la luz del cinturón y el avión empezó a moverse. Ella sintió una vibra muy extraña, creía que el capitán después de tanto alboroto se estrellaría contra las Torres de Satélite, pero sólo las vio a lo lejos, clavadas en la tierra y a medio periférico a medida que la aeronave obtenía más y más altura. Cuando empezó a ver cómo el ala izquierda cortaba nubes, se tranquilizó y se dedicó a disfrutar el viaje.
            Se sentía muy cómoda. Pensó que ya todo lo complicado había pasado. Pidió una Coca y recordó el día en que conoció a su mejor amiga junto con todas las cosas fuera de lo común que hacían. Reía sola, pues era muy curioso cómo de la nada lograron juntarse ya que a pesar de tener intereses y rumbos diferentes lograron congeniar de tal manera que más que amigas llegaron a ser algo así como familia.
            Miraba por la ventana y se sorprendió al ver tierra, pues sintió que había sido un viaje muy corto. Lo seco del desierto hacía un bello contraste con el mar azulado lo cual la conmovió y volvió a sonreír. Comenzó a sentir una vibración en sus manos y pies tan extraña que pensó que algo no estaba bien, pues esa sensación definitivamente no tenía nada que ver con lo que le inspiraba el paisaje admirado, ni la pronta llegada al Pacífico. Frunció el ceño, levantó la mirada y la luz del cinturón estaba encendida. El avión se sacudía con fuerza. Ella disfrutaba las turbulencias pero en ese momento algo no olía bien.
            Empezó a sentir ese vacío en el estomago como cuando se subía a los juegos mecánicos con caída libre. Disfrutaba la sensación, pero no le daba buena espina. Los movimientos comenzaron a ser más bruscos y el hoyo en su estómago más profundo. Miró la parte trasera del asiento de enfrente e imitó la posición del tercer dibujo. Seguía disfrutando la conmoción pero algo definitivamente estaba mal. Cerró los ojos y empezó a tararear...

            Poco tiempo después, la aerolínea publicó una lista de desaparecidos otra de muertos y cero sobrevivientes del vuelo Y712.

sábado, 10 de agosto de 2013

Paaaamm Paaamm, pararararararaann......

Hoy cumplo una semana exactamente de mis vacaciones en Xalapa. Sabía desde el principio que compartiría espacio con músicos, cuerdas: dos contrabajos y una viola. Es increíble que apenas hoy he experimentado lo que se siente vivir entre música.

Siempre me había hecho la idea de mi vida musicalizada, tipo Broadway o simplemente como en una película con la música de fondo. Pero es hoy, y apenas hoy que sin voluntad propia esa sensación se ha hecho presente en mi vida. ¿Qué tocan? no lo sé, pero aunque no tenga nada que ver con lo sucedido alrededor, ese sonido encerrado en el piso de arriba hace que incluso mi alma vibre.

Jamás había escuchado con tanta atención a un contrabajo. En esta ocasión convivo con dos.
Cuando no están practicando "atacan" mis oídos con música grabada, pero eso no significa que sea desagradable, parece que se turnan y reflejan su humor alimentando la enorme casa anaranjada de cinco cuartos situada a media pendiente.

Quiero decir que mi experiencia aquí hasta este momento ha sido totalmente grata porque me gusta nutrir mis oídos de sonidos placenteros.

Entre gritos y risas, los contrabajistas siguen su curso y yo mis líneas. También es curioso cuando dejan de tocar porque se transforman y vuelven a ser dos mortales más.

viernes, 2 de agosto de 2013

Mirrors in Hamlet

One of the best tragedies ever written in history: Hamlet, with characters full of passion which makes them act in a very impulsive way when it comes to revenge that constantly transgresses the reader or audience’s thoughts and sometimes their behavior. Published in 1601 and written by one of the most famous British playwrights, William Shakespeare (1564-1616), whose play has keep him “alive” throughout more than half of a century.
             Hamlet is Shakespeare’s longest play where the main theme is revenge that causes madness and murder. This is because the king of Denmark has just died for a “estrange” reason, and his brother Claudius ascends the throne. Hamlet, the son of the king who has just died, sees his father’s ghost and he tells him that Claudius poisoned him, so he could stay with the throne and Gertrude, his wife. There is where Hamlet starts thinking about revenge, because he cannot allow his uncle stays with his mother and the power of Denmark in an unjust way.
            The first thought Hamlet has is killing his uncle for what he has done, but Hamlet, as a very complex, reflective, and thoughtful character, is always reasoning what to do or not, which is the reason why he takes longer in devising a plan to overthrow his uncle. Sometimes he has very impulsive attitude which make him do mad things like mistreating Ofelia, his beloved one, and make everyone thinks, including his mother, that he is seriously out of his mind, which does not favors him to carry out his plan.
            This play goes form tragedy to tragedy, there is no happy ending although there are a lot of comic characters and scenes, but it might be some kind of Shakespeare’s resource so the play could not be so miserable. To appreciate some of the drama characteristics of this play, it is important not just to read but to see it on stage. In this case Kenneth Branagh directed a movie based on this piece of writing which is very close to the original script in 1996.   
            Kenneth Branagh is well-known for making Shakespeare movies and they are always become attached to the original dialogs and details of the plays like: Much Ado about nothing, Othelo, and of course, Hamlet. A great advantage that this play has, is that it does not contains a specific period of when the story happens; besides there are not a lot of detailed specifications in the scenery which makes a tougher job for the director but a better way for the reader to accept the movie.
            At the beginning of act III, scene i, it is said that the King, the Queen, Polonius, Ophelia, and other characters enter to a room in the castle and nothing more. There are no specifications of magnitude, colors or furniture, so Branagh makes that scene in a spacious, kind of ball room, with a painting in a wall and several mirrors around it. Later in the scene, enter Hamlet, and these mirrors are an important element to highlight Hamlet’s legendary soliloquy.

To be, or not to be- that is the question:
Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them.   
                                     (verse 1749- 1753)

These are the first words of the soliloquy which summarize the whole idea of it: accepting the reality even if it hurts, or do something about it despite the harmful consequences that those actions could bring. In the movie, Hamlet recites these verses in front of a mirror which, during the scene, is like being showing two people. This factor of seeing two people uttering this fragment represents the two choices Hamlet has showing as in fact there were two characters trying to decide which the best option is to choose and act that way.

            When a play does not have that much annotations for staging it, directors can add some elements to certain scenes to make them more significant. Such was the case of “Kenneth Branagh’s Hamlet” when he adds mirrors, appearances of other scenes that the characters are describing, and modified sceneries which help to intensify the meaning of the words and actions happening in a specific scene.


Bibliography
Barron, D. (Producer), & Branagh, K. (Director). (1996). Hamlet [Motion picture]. United
States: Columbia Pictures.
Shakespeare, W. (2006). Hamlet, in Hamlet y Macbeth. (pp. 29-186) Mexico: Universidad
Veracruzana
Shakespeare, W. (2011). Hamlet retrieved from
http://www.opensourceshakespeare.org/views/plays/play_view.php?WorkID=hamle
t&Act=3&Scene=1&Scope=scene

jueves, 1 de agosto de 2013

¿En Tuxpan? ... Mamma Mía!


Envuelta en mi guilty pleasure setentero, me vi arrastrada a la presentación de "Mamma Mía" interpretada por el grupo Chelelé Chelelé del pedagógico C.E.B. 5/13 de Tuxpan  y dirigida por Gustavo Garamendi. Desde el inicio sentí una intriga de cómo serían las canciones en español, pues para ser sincera las desconocía y pensaba que tendría la misma reacción como en las películas dobladas: siempre las voces y diálogos originales son mejores. No me declaro fan de ABBA, pero desde que los niños  suecos A*Teens empezaron ese rollo oldie, nació una enorme atracción en mí hacía "Los Dancing Queens" y sólo he escuchado, bailado y cantado sus canciones en inglés.

Dancing Queen
Para mi sorpresa, los muchachos actores mostraron un gran compromiso y entusiasmo desde el principio de la obra, lo cual me ayudó mucho a disfrutar cada melodía, cosa que más me mueve de un musical (ni idea por que). Sus actuaciones estuvieron bien, falta trabajar la presencia escénica en varios de ellos, sin embargo considerando que no son actores profesionales y que sólo son estudiantes de bachillerato, algunos  detalles pueden pasar desapercibidos. Eso sí, me llamó mucho la atención que los varones hayan sido los que más se expresaban corporalmente al bailar. Generalmente las mujeres son las que se sueltan más a la hora del baile, pero en esta ocasión fue al revés.

Otros elementos indispensables que se dieron a notar durante esta función fueron: el trabajo en equipo y el apoyo incondicional de un director. Esto se vio cuando un terremoto azotó aquella bella isla griega. Algunos biombos de la escenografía colapsaron, pero en ese momento, incluso miembros de otras compañías que estaban en el público, corrieron al "rescate". Esto, obviamente, causa distracción en los actores. Se notó mucho sobre todo en la chica que interpretaba a Sophie, pues con cierta inseguridad, entró y salió de escena un par de veces.

Unas voces tras bambalinas empezaron a cantar y los "padres" de Sophie salieron al escenario. De repente el director, Gustavo Garamendi, apareció cantando y ofreciendo apoyo a todos sus actores. Sinceramente no sé si fue parte del libreto, lo cual lo dudo, pero de lo que sí estoy segura es que ese gesto animó a los muchachos para continuar sin importar cualquier catástrofe sucedida.

Alguna vez estuve en teatro e imaginé si una situación parecida se hubiera presentado. No pude imaginar a nuestro director saliendo "disimuladamente" a escena para tranquilizarnos y tener presente que el show debe continuar. Creo que fue un soporte muy grande lo que hizo Gustavo, haya o no haya estado planeado, incluso quedé conmovida con la manera en la que interactuó con los chicos para calmarlos.

En general considero que lo que más resalta en el trabajo es indiscutiblemente la dirección. Los muchachos van por buen camino aunque falta perfeccionar pequeños detalles. Lo que más me agradó de esto es que como proceso escolar, fue todo un éxito. No sólo los que participaron estuvieron involucrados en lo que es el teatro, sino también familiares y amigos que pueden despertar un interés por este arte. Siempre he pensado que los adolescente son difíciles y apáticos, entonces veo estas oportunidades como una forma de no ser "uno más" y resaltar desarrollando sus habilidades comunicativas para salir adelante y no quedarse estancado en una vida rutinaria y sin ambiciones. Me alegra que aún existan personas que no se dejan llevar por la corriente e intentan cosas nuevas.

Felicito al grupo Chelelé Chelelé por "Mamma mía", y aunque esta fue  su última presentación, estoy segura que en un futuro harán un reencuentro para presentarlo de nuevo ya que ha sido un excelente trabajo de todos ellos.