Con una mente cansada sentí una presión en la frente y algo empezó a emerger.
Atisbé una imagen borrosa, un punto.
Pensé que carecía de cordura y que me estaba acercando al final, pero en una
inhalación el Aleph se manifestó.
Estaba dentro de mí, pero al mismo
tiempo fuer. Me vi escribir sobre un océano y a pájaros emigrando hacia el
norte. Me daba náuseas y me costaba trabajo entender.
En ese mismo punto estruendoso,
camiones terminaban con la paz infinita de un monje meditando, mientras las
velas a su alrededor se consumían con el ligero viento de primavera que al
mismo tiempo movía las flores desprendiendo el polen que hacía estornudar a
Roberto.
Entre estornudo y estornudo, la
risa de las hienas se comía a la madre llorando en pena; y el canto de las aves
arrullaba a mi sobrino.
Vi la Estatua de la Libertad y un canguro
en el desierto. Vi tus pies en el agua y peces en el mar. Vi en inicio del
ocaso y una estrella fugaz de mariposas en su estómago.
Vi la vida salir de su vientre y a
la tierra acabar con la misma: vi la existencia sumergida en un vaso de agua.
Escuchaba al cielo llorar y saltar
a los niños en el lodo. Corrían horas de dulzura por la alcantarillas y mi
pecho quiso explotar.
Te vi rondando por mi calle, ya no
podía más. Me vi inmersa en una hoja llena de letras sin sentido, no pude
contestar. Una espiral infinita incrustada entre mis ojos regresaba a mi frente
y expulsé violentamente todo, dejando vacío mi interior.
Noqueada caí al suelo volviéndose
todo confuso, mi mirada no sería clara nunca más. Quisiera vivir el presente,
pero siempre revive en mi mente ese viaje al infinito Aleph.
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