¿Acaso fui yo la que te indujo al pecado? ¿A sacarte de aquel paraíso? ¿A caer en lo más profundo y llenar el resto de tu vida de sufrimiento? ¿Fuiste obligado, amenazado?
Pudiste haber aprendido de mí: Caí
en la tentación y vi la oscuridad; desapareció ese sedoso velo de los ojos.
Pero ahora, tengo sed inmensa de empezar el camino de regreso hacia la luz.
Puedes seguir culpándome y
lamentándote, o podemos seguir navegando juntos, ver crecer los árboles, pintar
de verde todo alrededor y disfrutar de esa riqueza que nuestras manos cosecharon.
¡Quiero sembrar contigo en la
tierra el paraíso!
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