Querido
Salinger:
Ya perdí la cuenta de
las veces que he empezado esta carta. No sabes el trabajo que me ha costado
pensar en la manera más apropiada de dirigirme hacia a ti; de hecho, eso de
“querido Salinger” no termina de convencerme. Preferiría un “hola J.D.” ya que
me suena menos distante, y considero que una de las finalidades de la carta es
hacer que la distancia existente sea más corta. Sin embargo, al mismo tiempo
suena muy informal y mucha gente lo consideraría irrespetuoso; ¿Mucha gente?
¿Desde cuando tiene importancia lo que dicen o dirán los demás? Es por eso que
para no sonar falsa y superficial me quedaré con…
Hola
J.D.:
Me dio mucho gusto
haberte conocido el año pasado mientras todavía eras un ser con vida sobre la
tierra. Eso me lleva a imaginar que algún día pude haber tenido la oportunidad
de tomar el té contigo y platicar por el simple placer de hacerlo. Lo que más
me atraería de ello sería conocer tu concepción del mundo; aunque en tus obras
se puede apreciar eso, no es lo mismo que escucharlo personalmente. Creo que a
todo el mundo le gusta conocer “al artista”. En mi caso no es tanto por lo que
hiciste o la fama que tienes, sino por el modo en lo que lo lograste: sembrando
ideas nuevas en la literatura. Además, me hubiera sentido realmente
privilegiada, ya que para muchas personas fuiste un ermitaño que evitaba el
contacto con la sociedad, incluso existen muy pocas fotografías tuyas en el
medio.
Hace
unos días leyendo La Jornada, me causo gracia que en la entrada de tu casa
existe un letrero de “prohibido el paso”. Lo más chistoso es que te atrevieras
a hacer valer esa advertencia, con una escopeta. Yo sé que existe mucha gente
que vería inapropiado ese comportamiento, especialmente siendo una figura
pública, sin poner mucho énfasis en lo público. Creo que simplemente eras una
persona que deseaba privacidad absoluta, y con la prensa intentando
constantemente meterse en tu vida personal, no quedaba otra opción más que
alejarlos de ese modo: excluyéndote de la sociedad. Ahora sí, después del 27 de
enero de este año, se puede decir que ya no tendrás a nadie molestando y por
fin descansarás en paz. ¿No te alegra?
Por
cierto, respecto a esa fecha, mi universidad está organizando un homenaje en tu
honor. Supongo que a muchos de los presentes y organizadores del evento les
hubiera encantado contar con tu presencia, pero después de enterarme que
mandaste a quemar tu “buzón de admiradores” y rehusaste autografiar una copia
de “El guardián entre el centeno” – llamándolo un libro ridículo que habías
escrito hacía 25 años -, estoy segura que esta clase de eventos no hubieran
sido de tu agrado. Me gustaría pensar que me pudiste haber ayudado con mi
ensayo, no obstante, tampoco hubiera sigo un buen tema mientras tomamos el té.
A
pesar del desprecio que le tenías a la prensa, admiradores y a todo ser vivo
que prácticamente te acosaba, muchos están realmente agradecidos por el legado
que le has dejado al mundo, e ignoran estas actitudes mencionadas anteriormente
para enfocarse en tus trabajos. Después de haber leído varios artículos, blogs,
cartas dedicadas a ti y haber escuchado testimonios personales, me pude dar
cuenta que la obra favorita es “El guardián entre el centeno”. Pienso que eso
se debe a la gran empatía que existe entre los lectores y el personaje
principal: Holden Caulfield; un adolescente como cualquier otro, expuesto a una
serie de situaciones que no entiende a la perfección y por lo tanto se siente
perdido en una sociedad, que a su parecer, no lo comprende.
Considero
que casi todos los seres humanos hemos estado así en algún momento de nuestras
vidas. Es por eso que leyendo esta novela se identifican con Holden, a quien
llegan a llamar héroe al sentirse comprendidos en este mundo, a pesar de ser
mera ficción, y lo usan como guía para sobrevivir. Incluso, aunque el lector no
esté atravesando por la pubertad, al cruzar por las página del libro le llegan
recuerdos que marcaron su vida y desea haberse tropezado con ese relato unos
cuantos años antes. Por tal motivo, hoy en día existen profesores que inician a
sus alumnos en la lectura con dicha obra y mencionan que la discusión en clase
– llevada siempre alrededor de Holden – es una de las mejores clases que tienen
durante el curso. No lo dudo, incluso en mi grupo de amigos ocasionalmente
comentamos acerca de él y cuando en algún momento nos sentimos desubicados, deprimidos
por la vida y la falsa sociedad que nos rodea decimos que nos sentimos Holden
Caulfield.
La
primera vez que experimenté ese sentimiento, fue cuando llegué a una secundaria
nueva muy lejos de mi ciudad natal. Tú sabes lo que es llegar a un nuevo
ambiente e intentar adaptarse porque, al igual que Holden, estuviste en varias
preparatorias antes de ingresar a una academia militar. En fin, a ese año de
“adaptación” lo llame mi año de depresión. Fue muy complicado, simplemente no
encajaba y sentía que todos los demás eran muy falsos, en especial, queriendo
aparentar una edad que no tenían. Definitivamente me hubiera encantado haber conocido
a Caulfield durante ese tiempo. Quizá no me hubiera sacado de mi depresión,
pero por lo menos hubiera tenido un escudo pata enfrentar a la sociedad
resguardándome en su anécdota.
Después
de un poco más de cinco años, en la clase de literatura norteamericana del
siglo XX tuve la oportunidad de conocer tu obra maestra – llamada así por
muchos, que no por ti, ya que la considerabas todo lo contrario. Desde las
primeras líneas me di cuenta que definitivamente no era una novela
convencional: comenzando por su forma de narrar, pero, sobretodo, porque su
lenguaje era muy sencillo y coloquial - lo cual hace que la lectura sea más
relajada y amena. Otra razón es su intemporalidad, es una novela que a pesar de
ser de la década de los 50’s puede ser adaptada a cualquier época, ya que los
temas que aborda son universales. Es por eso que hasta la fecha muchos lectores
se siguen identificando con Holden Caulfield y adaptan esas vivencias pasadas
con las actuales.
Debo
confesar que es el único material tuyo que he leído hasta ahora, y no dudo que
la mayoría de los presentes esté en la misma situación que yo, pero como el
libro no deja un mal sabor de boca, da curiosidad seguir leyendo más de tus
obras. Una de las cosas que pasan cuando un “famoso” muere es que se hace más
popular. Se empieza a hablar más de esa persona y, tomando en cuenta lo
controversial de la obra y su publicación al ser considerado por muchos un
libro inapropiado, lo “fuerte” del lenguaje y los temas que aborda: como el
sexo, la violencia, el alcohol y el cigarro, lo hace más atractivo. Yo sé que
en tu caso no es algo que te agrade demasiado, pero por lo menos a tu editorial
y a los que tienen los derechos de tus obras les conviene.
A
veces no comprendo porqué la sociedad se espantaba de ciertos temas, si todos
atravesaron por esa etapa de transición. El modo de reaccionar de Holden a esos
cambios físicos y psicológicos propios de la adolescencia no es algo
estrambótico, pero eso no significa que los lectores, en este caso menores,
vayan a reaccionar igual. De hecho el leer la novela les puede dar un panorama
más amplio acerca de esta situación por la que todos pasan ayudándoles a
distinguir entre un buen o mal comportamiento. Aún así esos temas “vedados”
fueron los que llevaron a la cima a “El guardián entre el centeno”, porque
entre más prohibido más demandado.
Por
esas y muchas otras razones, tu primera novela publicada ha causado un gran
impacto desde su publicación. Ahora existen rumores acerca de una película de
ésta – no como la versión en pantalla azul de Nigel Tomm – que estoy segura, no
me agradaría por completo. Considero que Holden Caulfield sería muy difícil de
representar, pues cada lector crea su propio personaje; se apropia de él. Por
ejemplo, no quiero ni pensar cual sería la reacción de Holden al ver la
película del “Gran Gatsby”. Si de por si todo lo deprimía y se le hacía falso,
esa película lo hubiera llevado al suicidio con o sin tratamiento en el
hospital psiquiátrico.
Estoy
ansiosa por leer más trabajos tuyos incluyendo el nuevo material que escondiste
durante varios años. Ooops… creo que tampoco debí haber mencionado ese dato.
Por favor no me jales los pies en la noche por haber expuesto tanta información
acerca de ti.
Sin
nada más que decir me despido deseándote una feliz estancia donde quiera que
estés.
Atentamente,
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