Las generaciones
del siglo XXI se han caracterizado por el enorme uso de las nuevas tecnologías
descubriendo nuevos horizontes y creando una vida más cómoda para las personas.
Sin embargo, el excesivo uso de estas creaciones ha impedido el desarrollo de
otras habilidades en los seres humanos que les permiten desenvolverse en su
entorno de manera plena y racional. La costumbre por apretar botones y obtener
resultados ha incrementado de manera acelerada creando seres más mecánicos que
sólo reaccionan sin preocuparse por el motivo que lo ocasiona. Es curioso cómo
este comportamiento ya se veía venir hace más de cincuenta años a través de la
literatura. Ray Bradbury, un escritor visionario del siglo XX, plasma a una
sociedad muy parecida a la actual donde sólo se preocupan por tener televisores
grandes y de buena calidad, así como un buen carro en el cual puedas correr sin
pensar.
Fahrenheit
451 se desarrolla en un país donde los libros están prohibidos ya que hacen
pensar a la gente. En este lugar está prohibido pensar. Mildred y Clarisse son
dos personajes totalmente opuestos que habitan en este país. Mildred es la
esposa del bombero protagonista, su único interés es ver televisión. Es una
persona que no comprende a su marido, pero tampoco se toma la molestia de
intentarlo. Se siente cómoda sentándose en la sala y ver las pantallas, no le
interesa entablar una conversación "profunda" con nadie así no se
complica la existencia y puede andar feliz por la vida. Por otro lado, Clarisse
es una joven de diecisiete años a la cual le gusta salir a caminar, contemplar
las flores y tener conversaciones de cualquier tipo con su familia. Es
catalogada como rara, pues hace muchas preguntas ya que no le interesa saber
cómo se hacen las cosas sino por que.
Clarisse no pertenece al estereotipo de esa sociedad, a ella le interesa
conocer, saber más y no quedarse con lo que le imponen. A diferencia de
Clarisse, Mildred se deja llevar por la sociedad sin profundizar las cosas y
evitar complicarse.
Hoy en día se manejan varios
aparatos electrónicos que nos hacen la vida más sencilla además de distraernos
para no pensar en nuestros problemas y demás. Apretamos un botón y se prende el
televisor; apretamos otro y encontramos lo que buscamos; deslizamos el dedo y
nos comunicamos con alguien a kilómetros de distancia para evitar la soledad y
ahogarse en los pensamientos propios. Entonces "¿Por qué aprender algo,
excepto apretar botones, enchufar conmutadores, encajar tornillos y
tuercas?"1 . Al ser una forma práctica de obtener
resultados, los seres humanos ocupan su mayor parte del tiempo sumergido en
esta tecnologías (televisión, computadora, teléfonos móviles, etc) sin disponer
de un rato para reflexionar mientras se visten, comen, caminan, inclusive antes
de ir a la cama. Su cerebro está tan
acostumbrado a depender de máquinas que les es difícil estar tranquilos en un
momento de soledad y silencio. Así como Clarisse hay que admirar nuestro
alrededor, poner atención, cuestionar por que pasan o existen algunas cosas
para ejercitar la capacidad de razonamiento y así evitar convertirse en seres
mecanizados que sólo sobreviven a través de botones. Aprender a pensar y no a
reaccionar.
1. Bradbury, Ray (2010) Fahrenheit
451. México: Debolsillo (p. 65)
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