Hoy cumplo una semana exactamente de mis vacaciones en Xalapa. Sabía desde
el principio que compartiría espacio con músicos, cuerdas: dos contrabajos y una
viola. Es increíble que apenas hoy he experimentado lo que se siente vivir
entre música.
Siempre me había hecho la idea de mi vida musicalizada, tipo
Broadway o simplemente como en una película con la música de fondo. Pero es
hoy, y apenas hoy que sin voluntad propia esa sensación se ha hecho presente en
mi vida. ¿Qué tocan? no lo sé, pero aunque no tenga nada que ver con lo sucedido alrededor, ese sonido
encerrado en el piso de arriba hace que incluso mi alma vibre.
Jamás había escuchado con tanta atención a un contrabajo. En esta ocasión
convivo con dos.
Cuando no están practicando "atacan" mis oídos con música grabada,
pero eso no significa que sea desagradable, parece que se turnan y reflejan su
humor alimentando la enorme casa anaranjada de cinco cuartos situada a media pendiente.
Quiero decir que mi experiencia aquí hasta este momento ha sido totalmente grata porque me gusta nutrir mis oídos de sonidos placenteros.
Entre gritos y risas, los contrabajistas siguen su curso y yo mis líneas. También es curioso cuando dejan de tocar porque se transforman y vuelven a ser dos mortales más.
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